POETICA PC (2002)

Screen Shot 2016-01-05 at 0.06.15En “Poética PC” sinteticé mis exploraciones y especulaciones en torno al cambio que las tecnologías digitales de principios de siglo introducían en la escritura literaria. Dejo a los lectores considerar qué tan acertado fue esta poética y si hay algo que todavía pueda decirnos del presente.

El texto apareció publicado en el número de noviembre-diciembre de la revista La Tempestad.

Estas ideas las continuué explorando en otras publicaciones impresas y, sobre todo, en línea en mi blog Border Blogger.

Aquí el PDF de la publicación impresa: POETICA PC (2002)

Acá abajo pegó el texto íntegro:

POÉTICA PC

La computadora y el Internet cambiaron la distribución de materiales, las redes entre los productores y consumidores textuales y, más subterráneamente, el proceso poético (es decir, productivo) de la escritura. La PC On Line es el cambió más importante en el discurso, desde la invención de la imprenta.

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Sólo por ligereza podríamos equiparar la página electrónica con la página tradicional. Las computadoras forzosamente alteran las relaciones de producción textual. Las máquinas con que la escritura se construye a sí misma influyen tanto en la estructura de la literatura como las influencias literarias de otros autores, por ejemplo. De hecho podría ser que uno de los factores determinantes de la forma y contenido de la literatura sean las máquinas en que se produce la textualidad y que esta influencia sea mayor que la Influencia de la Tradición Literaria.

Si esto es cierto, la crítica, el canon y el concepto de influencia, no serías más que estrategias para ocultar que, en realidad, no son otros autores o la sociedad quienes nos hacen escribir como escribimos sino las máquinas.

El software ha influido más en la manera en que escribimos que Pablo Neruda, T.S. Eliot o Platón.

Las máquinas son nuestras verdaderas madres y padres intelectuales: construyen los patrones mentales y manuales con las cuales estructuramos el lenguaje. Sólo que queremos fingir que nuestras obras pertenecen todavía a genealogías derivadas de seres humanos y no de genealogías en que los textos son engendrados por el cruce desordenado de humanos, software, monitores y teclados.

Queremos creer que nuestra cultura aún se desprende de otros humanos y no de la tecnología. Por eso la crítica (el antropomofismo llevado a la producción textual) ha tenido tanto éxito; la crítica nos hace creer que la textualidad es una órbita en que unos autores se cruzan con otros y dan a luz, la Literatura Humana.

Y las máquinas, por supuesto, sólo son nuestros inofensivos instrumentos de trabajo. Pero en realidad Bill Gates es nuestro Cervantes.

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Hay un fenómeno nuevo en las rutinas de escritura: escribir conectados a la Red.

Eso no se trata de una pura circunstancia externa o meramente referente al autor sino que escribir con el Internet activo modifica la constitución de la escritura misma. No es solamente el autor el que experimenta este cambio sino, sobre todo, el discurso.

Esta alteración se manifiesta de maneras tan evidentes, como la cantidad de interrupciones que suceden cuando se escribe con el messenger encendido, por ejemplo. (O en la ruptura de referencias inmediatas que tiene la producción de sentidos en un texto posible).

Escribir- en-línea se convierte en una serie de interferencias de otras escrituras; y ahí aparece el potencial, digamos, de asimilar inconsciente o voluntariamente esas interferencias. No se trata aquí de distracciones comunes, sino de la aparición de otros textos produciéndose simultáneamente con el que estamos escribiendo. Ello necesariamente afecta la producción textual.

Ahora escribimos en un espacio donde otras escrituras están produciéndose al mismo tiempo que la nuestra, literalmente. Eso no puede ser secundario. La “página” ha sido invadida por otros productores, por otros discursos emergentes.

Nuestra antigua página era sólo para nosotros, ese espacio poético estaba reservado para nuestro uso exclusivo. En el espacio poético (productivo) donde escribo, en mi computadora conectada al Internet, aparecen textos de otros (anuncios que saltan, ventanas que se abren, emails que llegan, gente ‘hablando’ en el chat, pláticas por el messenger, etc). El espacio donde el escritor-en-línea construye su texto es un espacio compartido con otros escribientes en línea, literarios, comerciales, personales, etc.

La literatura-en-línea se crea en un espacio multi/inter/personal fuera del control exclusivo del “escritor”.

Desapareció también la separación espacial entre mis fuentes y yo: muchos de los textos que cito o a los que hago referencia están en la pantalla, es decir, en mi espacio escritural. Anteriormente el texto se producía en un espacio distinto al de sus pre-textos. Yo escribía en una espacio paginal y mis fuentes eran objetos físicamente separados de mi hoja o monitor.

Ahora, al escribir-en-línea, en cambio, mis fuentes y el discurso que construyo están en un mismo espacio. Esta re-localización obligatoriamente va a establecer nuevos patrones de confluencia, apropiación, confusión de entidades que antes conservaban su ‘independencia’ gracias a su separación física.

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Los escritores sigan usando la metáfora de la “página” para referirse a su espacio esencial de acción lingüística porque no quieren reconocer que ya ese espacio es una página sino una pantalla.

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La computadora, la publicación en el Internet, está desmaterializando la literatura. Cada vez más el libro deja de ser el objeto típico de la escritura. La producción textual está dejando de necesitar un sustento físico. La literatura está en transición: dejar de ser una productora general de objetos verbales tangibles (libros) para pasar a ser un flujo inmaterial de información digital.

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El libro gutenberguiano no desaparecerá (tendrá algunas mutaciones). El libro no va desaparecer, pero la escritura sí va a ser transformada por lo virtual.

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Antes escribíamos rodeados del mundo de la información, pero ahora al escribir en Blogspot –por citar una nueva instancia escritural– escribimos dentro del mundo de la información. Nuestro texto es producido directamente en su interior.

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Con la PC se alteró la extensión de la página. Terminó el periodo que la página debía ser creada desde el exterior (colocada sobre el rodillo mecanográfico). La página de la computadora se autocrea o, mejor dicho, se va extendiendo conforma la escritura la va produciendo. El texto fabrica al espacio poético. (Anteriormente, el texto se producía en un espacio poético prestablecido. El espacio (hoja) era el receptáculo del texto; ahora el texto es el productor del espacio).

Para poder sentirse capaz de lanzar un largo flujo lingüístico, Kerouac tuvo que insertar un rollo de papel en su máquina de escribir (la máquina de escribir que según Charles Olson tenía que ver directamente con los nuevos patrones visuales y respiratorios de la poesía de mitad de siglo: la composición de Open Field). En el software escritural (Word, por ejemplo) tenemos una página posible interminable. Una página que incita tanto al flujo como a la fragmentación.

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Los escritores son ahora artistas predominantemente visuales, sujetos cuya actividad gira en torno a paquetería, monitores, hardware.

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El diseño gráfico comercial (callejero e impreso) inspiró el uso de tipografía para los distintos grupos de poesía visual vanguardista (futuristas, dadaístas, etc), y como decía Benjamin cambió la forma en que se leería (esperando que la imagen siempre forme parte de la experiencia de lectura), además de que las revistas hicieron aparecer géneros que podríamos englobar bajo el rótulo de “revisteratura” (como ya lo había hecho el periódico con el folletín, por ejemplo). Breton admitía que la escritura automática necesitaba de nuevas máquinas, por ejemplo, el estenógrafo; Olson habla de la máquina de escribir como el instrumento ideal de la nueva poética de post-guerra; Barthes admitía que su manera de pensar/escribir/analizar estaba relacionada con su cambió de escribir a mano a escribir mecanográficamente. En definitiva, las máquinas han sido uno de los principales factores de cambio de paradigma en la lectura y la escritura.

Tomando esto en cuenta, los escribientes deberíamos dedicarnos a inventar nuevas máquinas, nuevos programas, nuevas vías para producir textualidad. Inventar estas nuevas máquinas y técnicas sería más relevante que escribir nuevos textos.

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Falleció también la fidelidad del escritor a un texto en el que trabajaba exclusivamente. A menos que alguien estuviera escribiendo en varias máquinas de escribir a la vez, el literato anterior tenía un orden secuencial en los distintos textos que escribía, mientras que las ventanas que pueden estar abiertas al mismo tiempo, nos han permitido escribir varios textos a la vez, haciendo que entre esas escrituras se creen nuevas interrelaciones secretas o abiertas. Gracias a las ventanas simultáneas, escribimos varios textos a la vez, nos hicimos infieles, pasamos de la monogamia a la poligamia escritural.

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En el paso del papel al monitor, el espacio poético dejó de ser espacio que se llena linealmente de signos para ser espacio-donde-los-signos-son-borrados. El espacio poético no se define ya por la posibilidad de ser llenado sino por la de ser vaciado de nuevo. Lo digital causará una época de nuevas formas de borradura simultáneamente que de nuevas formas de escritura.

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Escribir conectado al Internet, altera irremediablemente nuestra percepción del campo literario (Bourdieu). Nociones como República de las Letras, Literatura Nacional, etcétera, se van al cesto de la basura. La formación de comunidades intelectuales usando el Internet hace que se desvanezcan algunas de las antiguas fronteras (y que se formen otras, por supuesto). Crecientemente vendrán generaciones de escritoras y escritores que se verán a sí mismos no inscritos en la literatura peruana, mexicana o italiana, sino como parte del Internet. (La Generación @ de la literatura). Lo que prosigue de las literaturas nacionales son las comunidades digitales.

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El texto en la computadora se convirtió en una arquitectura más líquida, menos sólida, casi gaseosa. Escribir significaba asociar signos entre sí, darle estabilidad a esa asociación sintáctica a través de su impresión inmediata en tinta. Pero escribir en una pantalla donde las palabras se pueden ir borrando, anotando de manera suelta, sub-escribiendo a través de todo el espacio posible, concede nuevas posibilidades. Disocia los vínculos de relativa permanencia que existían entre las palabras en el caso de la poiesis basada en el papel. La arquitectura de la escritura se hizo reversible, perdió solidez y ganó movilidad. Las palabras pueden ser reemplazadas, movidas de lugar, sustituidas y, sobre todo, borradas, de tal manera de que lo que antes se hacían en varias fases de corrección, retrabajo, reescritura, versiones, en el presente se puede hacer instantáneamente. Fuera de la facilidad que introdujo la retecnologización de la escritura, la reversibilidad inmediata del orden del discurso, le añadió más capas invisibles al texto.

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Las asimetrías entre la página electrónica y la página de papel se van a ir exacerbando hasta que el libro represente un formato inadecuado para aquellas obras producidas con recursos digitales. Ahí ocurrirá una gran escisión.

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La hoja de papel acentuaba el carácter de propiedad privada del texto, mientras que el texto en monitor abre la posibilidad de un texto enredado o interactuante (a través del hiperlink) o colectivo (chat, messenger, portales de comentarios, etcétera). El beneficio del cambio es que se relajó la propiedad privada del texto, pero el riesgo es que el texto abierto a ser intervenido, colectivo, volatilizado, interactuado se convierta en un texto de consumo, en una entidad desechable. No leído, sino usado: un texto que no se lee sino que se le aplica copy-paste, que sirve como hipervínculo a otro texto, que es cada vez más fragmentado, un texto que pasa a ser información y estrategia de tránsito.

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Metafóricamente escribir conectado a la red, interactuar con el Internet mientras escribimos convierte a todos los que están al mismo tiempo conectados en una red de escrituras creándose simultáneamente. Todos conectados a la terminal, nos convertimos en los tentáculos de un gran pulpo hiperactivo que funciona todo el día, produciendo escritura, consumiéndola, subiéndola, bajándola, enviándola, almacenándola, perdiéndola.

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Etcétera.