Heriberto Yépez
La historia de la literatura mexicana (y, por ende, su ejercicio) se caracteriza por ocultarse a sí misma su carácter reaccionario.
Este ocultamiento gusta de mitificarse heroicamente, autorretratándose como una literatura “crítica”, “liberal” o de “ruptura”. Ruptura, esa palabra paceana para designar la desradicalización y despolitización del arte y escrituras en México y el mundo de la Guerra Fría, haciéndose pasar como un movimiento progresista.
La literatura mexicana oficial ha consistido en un periódico retroceso político que se disfraza de progreso estético.
Como parte de ese ocultamiento y retrógrada progreso, la crítica paceanocéntrica (que ha sido la dominante durante más de medio siglo) se ha promovido falsamente cómo adalid del Avance Cultural.
De este modo no sólo al cacique Octavio Paz se le inventan toda suerte de cualidades modernas y “aperturas” (que no realizó) sino que, por extensión, a sus empresas culturales se les disfraza como creadoras de nuevos rumbos. Esta mitificación ha sido urdida, por ejemplo, en torno a sus revistas Plural (1971-1976) y Vuelta (1976-1998).
En algún momento de los años noventa, ¿1992? ¿1993?, comencé a comprar, mes a mes, la revista Vuelta. Conforme crecí pude darme cuenta de la falsedad de su aura supuestamente progresista. Me quedó claro que era una revista no sólo promotora de posiciones de centro-derechas y derechas sino que muchas veces encarnaba políticas y estéticas explícitamente fascistas.
Es tal la confusión que reina en el medio literario en México que una afirmación tan fácilmente comprobable como la anterior, resultará molesta o extraña para muchos lectores que han crecido creyendo el mito de que Vuelta era una revista progresista y jamás pudieron percatarse de su índole conservadora. Vuelta era el refinado PRI de la literatura mexicana.
Vivía en Tijuana, mis otras lecturas eran marxistas, filosofía alemana entonces reinante en el clima intelectual local (cargado de espíritu independentista y cyber-alternativo) y poéticas norteamericanas experimentales (de variable izquierda). Vuelta, en contraste, resultaba cada vez más retrasada. La revista de Paz perdió toda credibilidad para mí.
Una década después, mientras investigaba el clima intelectual de la Ciudad de México en los años setenta, a propósito de mi interés por entender ese contexto de recepción de movimientos como el infrarrealismo o Los Grupos (en arte), y de obras específicas como la del post-mexicano Ulises Carrión, decidí revisar varias revistas literarias “nacionales” de los años setenta. Entre ellas, por supuesto, Plural de Paz.
Hasta ese momento tan sólo me había topado y adquirido unos pocos ejemplares en librerías de viejo. Fue hasta que me propuse revisar sistemáticamente (en bibliotecas públicas de California) cada uno de sus número que pude entender que Vuelta había sido una continuación ochentera-noventera y, en cierto modo, una profundización del insistente trabajo de progreso retrógrada y ruptura reaccionaria que Plural ya había realizado en los años setenta.
En esta revisión, me di cuenta que era necesario compartir esta documentación y lectura con otrxs. A continuación daré ejemplos de textos específicos en que Plural buscaba educar a sus lectores a leer de modo reaccionario, oponiéndose a las corrientes de avanzada de su propio tiempo internacional y contexto nacional.
A lo largo de este ensayo en línea —que iré aumentando en mis tiempos libres— señalaré cómo exactamente operaba, de manera muy hábil, esta política reaccionaria en la revista Plural de Paz.
Comenzaré con un primer ejemplo que creo, por su gravedad, abre la mirada para comprender muchos otros.
En el número 47 [Vol. IV, núm. 11] de Plural, de agosto de 1975, Juan García Ponce, el importante narrador y crítico de literatura y arte (y promotor de los pintores anti-muralistas de la supuesta “Ruptura”) decidió sintetizar en una columna su visión acerca de las mujeres. El texto se titula “Lo femenino y el feminismo”. Así inicia:
“La máxima calidad a la que puede aspirar la mujer es convertirse en objeto. Como objeto no se pertenece ni siquiera a sí misma y, simultáneamente, está abierta al uso y la contemplación”. García Ponce no oculta su objetualización de la mujer, al contrario, busca vender este fundamentalismo de la misoginia como la base de la espiritualidad y búsqueda de lo sagrado. Alega sobre la mujer: “Perdida toda identidad, transformada en un cuerpo sin dueño que se desplaza por la vida, entra al campo de lo sagrado y permite la aparición de lo divino” (pág. 74).
Si queremos entender a los intelectuales mexicanos dominantes (en este caso, el grupo fomentado por Paz) hay que saber que su ideario deriva del conservadurismo más patriarcal e institucional reinante en la sociedad mexicana, pero su función consistía en ornamentar ese pensamiento ultra-reaccionario mediante una retórica (especialmente un tono) y terminología de Alta Cultura que lo volviera respetable o, al menos, naturalizable y bello.
Básicamente, García Ponce está diciendo aquí que la mujer no debe aspirar a más que ser un objeto que los varones pueden usar, y que ser usadas es algo que ellas deben agradecer como el máximo favor y elevación posibles.
Una vez que García Ponce poetiza y espiritualiza al machismo más repugnante pasa a retratar al feminismo como un mal que debe evitarse ya que busca impedir que la mujer deje de ser mero objeto al “renunciar a la identidad propia”. Dice:
“No es extraño así que la mujer se preste y se haya convertido en el motivo de una ideología más: el feminismo…. pretexto de una forma de pensamiento que pretende dignificarla en vez de dejarla existir como objeto…” (pág. 74).
Para García Ponce, la mujer no debe aspirar a “una igualdad innecesaria e ilusoria”, porque “sólo como objeto la mujer está al centro de la vida”. El texto de García Ponce, ya en los 1970’s era patológico y debió ser impublicable bajo los estándares de esa época. Pero Plural, a contracorriente de su momento intelectual, lo impulsaba. El anti-feminismo estratético era parte del esquema general contra-insurgente de Plural.
La violenta misoginia (disfrazada de tono poético) de esta prosa también aparece en la narrativa y ensayística de García Ponce. Pero este texto lo resume de modo tácito e inequívoco. Hay que precisar que García Ponce no escribió esto gratuitamente. La revista de Paz le encargó abordar el tema del feminismo a sabiendas de su conocidísimo machismo, que García Ponce, como vemos, nunca buscó siquiera ocultar como un grave desequilibrio psicológico privado. Sabiendo que lo ostentaba, Plural encargó a García Ponce resumir su misoginia. Así dice la nota editorial:
“PLURAL pidió a varios escritores amigos, mujeres y hombres, un comentario sore las reuniones femeninas celebradas el mes pasado en nuestra ciudad” (pág. 71).
El texto de García Ponce fue usado para comentar “El año internacional de la mujer”. Lo anteceden textos de Elena Poniatowska y Julieta Campos. El de Poniatowska titulado “Breves anales de grandes días” (no exento de cierto clasismo), por cierto, es anotado por Octavio Paz, quien decidió reprobar que en esta Conferencia Mundial se haya condenado al sionismo. La nota de Paz verdaderamente es emblemática de su postura ultra-reaccionaria en ese entonces.[1]
El otro texto previo al de García Ponce es de Julieta Campos (titulado “Otras voces, el mismo lenguaje”): una autoflagelación que, desde su posición de clase alta intelectual, termina caricaturizando a las intervenciones de mujeres en la Conferencia como “una desalentadora incoherencia del lenguaje, un balbuceo, una algarabía decepcionante” (pág. 74). Plural, entonces, convocó a autores que sabía, por su afiliación de clase e ideología, inferiorizarían coralmente al discurso feminista.
Tanto los textos de Elena Poniatowska como los de Julieta Campos, clasistas y autoflagelatorios, permiten el discurso abiertamente misógino de García Ponce. No fue ninguna coincidencia que este fuera el orden elegido por la revista de Paz. La sección es rematada por una nota traducida de Le Monde titulada “Las plumas de la serpiente emplumada” en que se define la Conferencia como “La misa mayor y la kermesse de las mujeres” (Loc. cit).
¿Cuál era el contexto de esta publicación de Plural? El avance mundial del feminismo. En el plano intelectual, hacia 1975 la teoría, literatura y artes visuales feministas estaban en su puro apogeo en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Plural publicaba estos textos, especialmente, el de García Ponce (la pluma con mayor autoridad, “respetabilidad” y prestigio en la sección) para hacer creer a los lectores de la revista que el feminismo era una ideología que debían evitar y que las mujeres, en general, no tenían dominio del lenguaje, la auto-organización y, en suma, sólo debían aspirar a ser objetos y sentir vergüenza de su supuesta deficiencia intelectual, como cada uno de los textos se esforzaba en presentar. Esto era Plural.
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NOTAS
[1] Dice Paz para disculpar el imperialismo del gobierno de Israel: “La interpretación del ‘sionismo’ que apreciaron ciertas delegaciones no sólo fue equivocada sino torcida. El ‘sionismo’ no ha sido ni es una ideología imperialista: tampoco es una doctrina que justifique la intervención del Estado de Israel en otros países. La infortunada declaración contra el ‘sionismo’ fue en realidad un ataque contra Israel. Poner en el mismo saco de imperialismo a la discriminación social y al ‘sionismo’ —mientras se callan los horrores del GULAG— es peor que una hipocresía (Nota de Plural, O.P.)”, pág. 73.
Muchas de las notas que Paz hizo en Plural fueron, en verdad, vergonzosas pero, en retrospectiva, muy valiosas para hoy documentar su pensamiento fascistoide.
AQUÍ SE PUEDE LEER LA CONTINUACIÓN (donde abordo la misoginia, colonialismo y racismo de Gabriel Zaid, Octavio Paz y Salvador Elizondo): CLICK AQUÍ